Animus criticandi: La Bruja (2015)

witch

Muchos espectadores se sentirán defraudados y/o engañados tras el visionado de La Bruja, es lógico, tantos filmes que formulan narraciones convencionales adscritas a los códigos del terror ha provocado que el espectador medio se acomode a una forma de cine previsible rechazando cualquier otra propuesta que se aparte de las narrativas o argumentos que pueblan las carteleras. Directamente son incapaces de soportar una película que con una realización sencilla (que no simple) y sin artificios narra una leyenda alejada de cualquier tópico del género de terror y la fantasía para acercarse al drama psicológico.

La Bruja ambienta su historia en la Nueva Inglaterra del XVII y narra la historia de una familia de puritanos ingleses que son expulsados, por conflictos religiosos, de la colonia donde habitan. A partir de ahí deciden instalarse en una remota granja situada frente a un imponente bosque donde reside un mal desconocido. Sucesos extraños comenzarán a tomar parte en la historia y pondrán a prueba la inquebrantable fe de la familia.

La película no pretende jugar con el espectador ni crear misterio sobre qué reside en el bosque, desde los primeros minutos ya sabemos qué ocurre. El director sitúa el foco dramático y el grueso de la historia en cómo los sucesos extraños: la desaparición del bebé, las cosechas perdidas, el comportamiento de los animales,… todo dispara la paranoia de una religiosa familia donde su fe trata de encontrar explicación a estos hechos. Mientras, el principal blanco de la paranoia, será su hija, una incipiente adolescente.

Uno de los aspectos más brillantes de La Bruja, al menos para el que escribe,  se encuentra en la capacidad del director para enmarcar los sucesos paranormales dentro de la cotidianidad de su vida diaria, uno de los factores que hace destacar a La Bruja por encima del resto de cintas de terror americano. La solución planteada por el director entronca con las numerosas críticas en prensa y publicaciones especializadas que encuentran relación entre La Bruja y el cine de Michael Haneke. Podría parecer exagerado pero nada más lejos de la realidad, La Bruja, al igual que las películas de Haneke, ofrece un ambiente crudo y una aproximación hacia el mal y sus consecuencias.

En el caso de La Bruja, un mal desconocido de carácter paranormal hace brotar los reproches, las mentiras y, en definitiva, como en la obra de Haneke, el miedo. Y Robert Eggers, el director, huye de cualquier efectismo o concesión en la reconstrucción la durísima vida diaria de los puritanos ingleses del siglo XVII. La suma de una realización sobria, heredera del estilo europeo, acompañado por una cinematografía naturalista dominada por tonos apagados, un excelente casting y dirección artística, logran transmitir un ambiente malsano y desasosegante.

Pero más allá de la atmósfera recreada y otros excelentes valores puramente cinematográficos, La Bruja es una brillante reconstrucción sobre el papel de las leyendas a modo de elemento fundamental capaz de dar sentido a sucesos inexplicables ocurridos lejos de los espacios geográficos conocidos, como en este caso, los acontecimientos originados en el bosque que rodea su granja. Así, La Bruja funciona como una narración realista de una leyenda sobre brujas y, por otro lado, ilustra el verdadero sentido del folclore como una vía para interpretar la realidad.

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