*Crítica sin spoilers
La originalidad al poder, tirando de ironía este podría ser el título de la crítica sobre la última y esperadísima entrega de Star Wars. Porque más allá de un guión pobre, un casting inadecuado y el resto de defectos que se puedan extraer, su pecado más grave es la falta de originalidad con la excusa de la nostalgia.
La historia se sitúa treinta años después de los sucesos del Episodio IV, la victoria de la Alianza Rebelde sobre el Imperio y la destrucción de la segunda Estrella de la Muerte. De nuevo la Galaxia se encuentra en guerra contra la Primera Orden, una organización surgida de las cenizas del Imperio, con el objetivo de eliminar la nueva República. Durante el desarrollo de la historia seguiremos a nuevos personajes que se sumarán a la Resistencia encabezada por los héroes de antaño Leia Organa, Han Solo o Chewbacca. Poe Dameron (Oscar Isaac) un piloto de caza en la búsqueda de pistas sobre el misterioso paradero de Luke Skywalker, BB-8, un androide rodante (el R2-D2 de la nueva generación), Rey (Daisy Ridley), una chatarrera del planeta desértico Jakku (sospechosamente similar a Tatooine) y Finn (John Boyega), un desertor del ejército imperial. Todos tratarán de acabar con la nueva amenaza.
El transcurrir de la película no nos va a dar información sobre esa nueva República amenazada por la Primera Orden, desconocemos el porqué está tan intimidada como para necesitar de una Resistencia o, por ejemplo, quién es el Canciller, nada, tan solo se ofrecen unos cuantos planos que muestran un suceso que les ocurrirá a los cuatro planetas que conforman la República.
Las muestras de falta de ideas comienzan pronto y para sorpresa de todos la Primera Orden no tiene una Estrella de la Muerte, sino un planeta entero convertido en una base militar con un nuevo rayo mortífero, así que por tercera vez los malos de Star Wars vuelven a intentarlo con una estructura similar a la Estrella de la Muerte, para que la Resistencia se vea en la obligación de destruirla encontrando su punto débil. A partir de aquí la película, agonizante, muere. Toda la culpa la tiene un guión donde predominan situaciones copiadas y pegadas de la primera trilogía, una falta de explicaciones alarmante sobre el contexto político y un baile de secundarios que parecen pulular por la historia en función de los intereses de los guionistas.
Es cierto que a nivel técnico y como se espera de este tipo de superproducciones no hay queja y aunque J.J. Abrams no es santo de mi devoción realiza una buena labor llevando la película con mucho ritmo, realizando composiciones paisajísticas muy logradas (que apenas duran 5 segundos antes de pasar a otra toma), así como elaborados movimientos de cámara durante las escenas de acción. En cambio, esta pericia técnica viene acompañada por una enorme falta de emoción y de sensación a déjà vu. Ni los duelos a sable láser, ni mucho menos el nuevo villano Kylo Ren logran emocionar a este humilde fan de Star Wars. A partir de este punto es donde irremediablemente deben entrar las comparaciones con las anteriores películas, en concreto con la nueva trilogía.
La respuesta es que el Episodio VII no representa ningún salto de calidad ni de avance en el universo Star Wars, un universo inmenso donde se pueden crear historias casi sin querer, otra cosa es que Disney te lo permita. Tanto el Episodio I: La amenaza fantasma (1999) o el Episodio III: La venganza de los sith (2005) son grandes expansiones del universo Star Wars. Por razones obvias dejamos el Episodio II: El ataque de los clones fuera de la comparación siendo la película de Abrams muy superior a la fallida entrega del año 2002. Pero volviendo a lo que nos ocupa, si escogemos como objeto de comparación el Episodio I, vemos que dispone de una historia y un guión mucho más redondo: se aclara el contexto político del conflicto, las relaciones y las motivaciones de los personajes están muy logradas y abundan los elementos que enriquecen la película y por extensión de todo el universo Star Wars: las carreras de vainas, los droides, Coruscant, Darth Maul y el sable láser de doble hoja, etc. Para mí no hay duda, es superior al Episodio VII y lo mismo ocurre con La venganza de los sith.
Ahora ya es tarde, pero mi deseo inicial al conocer que llevarían otra vez el universo Star Wars al cine era que, por lo menos, superasen los errores cometidos por George Lucas en la anterior trilogía, es decir, un excesivo predominio de los efectos digitales o la desidia en la realización y dirección de actores y que las nuevas entregas integrasen novedades importantes estableciendo los pilares para una fructífera saga. Ni una cosa ni la otra, el Episodio VII representa una desilusión.